La arena húmeda y tibia de la playa Milano Marittima fue una caricia para mis pies, el aire limpio y salino del lugar llenó mis pulmones con tranquilidad. Desde que tengo hijas frecuento las playas porque a ellas les encanta, igual que a su papá.
Mientras
las nenas sacaban sus juguetes de playa y se disponían a pasar un buen
rato, me sumergí en las aguas del mar mediterráneo junto a mi tabla de
surf. Había practicado tanto ponerme de pie sobre ella en la playa,
justo antes del amanecer cuando los únicos visitantes de la playa son
los cangrejos... pero hoy me sentía con suficiente confianza como para
intentar subir a una ola.
Unos pocos metros adentro del agua me
acosté sobre la tabla y empecé a dar brazadas, tratando de medir la
distancia entre la ola que acaba de pasar y la siguiente, me sumergí
para dejar pasar unas cuantas, aún no tenía suficiente velocidad. En un
momento pensé que si no intentaba ponerme de pie jamás lo haría, así que
lo hice, allí estaba de pie y me dirigí a la siguiente ola que venía a
mi encuentro, giré tomando el pequeño túnel, hasta que fue solo un
penacho de espuma, pero lo hice! Surfeé esa pequeña ola y eso se sintió
como un gran triunfo!
Regresé a la costa extasiada jugueteando
con el agua, nadé con mis hijas y pasamos un momento maravilloso, hasta
que mi asistente me indicó que era hora de ir al club para el concierto.
El público fue fenomenal, cantaron todas nuestras canciones y
tuvimos un concierto sobrenatural! Al salir de allí lo único que quería
era volver a surcar las olas.
Estando en la playa con la luz de
la luna tomé aire y me interné en el agua. El mar estaba un poco más
salvaje que en la tarde, pero eso no me iba a detener. Me levanté sobre
la tabla y tomé una ola que me empujó suavemente y me impulsaba,
intentando no caerme caminé hacia adelante de mi tabla y allí estaba yo,
haciendo mi primer Hang ten!